OPINION

La historia interminable.

Hay en esta ciudad ciertas cuestiones que por interminables e irresolubles convierten el sino alcoyano en algo más parecido a un estanco destino que a una ciudad próspera en todos los sentidos.
Son las obras perpetuas, como la del Hospital Virgen de los Lirios, que no ven nunca su final. Esperas eternas como la ampliación que aguarda el centro de mayores del Preventorio. Vecinos de Batoy hastiados de lidiar con una administración pesada y desinteresada en rectificar graves fallos en la edificación de sus viviendas. Tiempos de espera de hasta cuatro años para conseguir la “oficialización administrativa” de una Escuela de Idiomas. Una plaza desangelada, más parecida a un erial que a otra cosa, que aguarda el polvo acumulado de más de 30 años de un Palacio de Justicia provisional desde sus orígenes. La promesa inacabada de un Bulevard que “ornamente” el aspecto de la ciudad en su cara más expuesta. La esperanza consumida de los colectivos afectados por enfermedad mental crónica por disponer de un centro donde recibir una terapia adecuada. O La decepción ya asumida de los vecinos de la Sanc, sufridores de la desidia y despreocupación de los responsables municipales hacia un barrio que debía ser símbolo de la apuesta por la modernidad de un centro histórico y que se ha quedado en una simple oda a la supervivencia.
Muchos son los ejemplos ante el símil del estanco destino que encontramos en esta ciudad, paradójicamente santo y seña del cambio y progreso social en siglos pasados. Podríamos añadir a la lista otros tantos puntos como el fracasado intento de la planta de residuos…o por qué no, la implacable y triste historia de la legionela.
Afortunadamente, las maldiciones bíblicas o lo que es lo mismo, la voluntad divina, han sido sustituidas en este “aparente” mundo de la racionalidad por la voluntad humana, o lo que es lo mismo, por la voluntad del político o políticos de turno en la gestión de lo público -aunque hoy en día existen mortales que se creen dioses por la magnitud de sus aseveraciones y la soberbia de sus juicios y palabras-. Recae en éstos el empeño de impulsar o no determinadas empresas y de caminar en clave de progreso y no dando vueltas alrededor de una silla como hace el gobierno popular.
Visto lo visto, no existe atisbo de voluntad política en subir a esta ciudad al tren del progreso. Porque progresar no sólo es correr al galope del euro y construir campos de Golf, precisamente ése es el axioma del viejo paradigma de la modernidad que hay que desterrar en la sociedad del futuro…Progresar es actuar con humildad y rectificar cuando es necesario. Sólo así es posible el avance. Y esta ciudad está necesitada de una sobredosis de modestia por parte de los que suelen poner voz a la ciudad y a sus problemas.
Diez años actuando desde la opacidad más sospechosa en un problema como la legionela no hace más que atestiguar la arrogancia de unos irresponsables en salud pública. ¿Es tan difícil aceptar la realidad y asumir la sarta de contradicciones en cada uno de los brotes de la epidemia sufridos en la ciudad? ¿Por qué algunos se empeñan en etiquetar al de enfrente de antipatriota o de oportunista en vez de mirarse a sí y descubrir el motivo de su arrogancia?. ¿No será esa misma presunción la que oculta su propia debilidad?. ¿Qué hay detrás de determinados ataques premeditados de ciertos sicarios que bajo el pretexto del “conocimiento” científico, pretenden el desprestigio personal aunque sin disimular cierto tufo revanchista?. ¿Por qué en determinados artículos de opinión reluce con énfasis la empatía y defensa de la gerencia y en otros foros, la mofa y las acusaciones de incompetencia son lo habitual?. Al final, da la sensación de que el oportunismo “político” es lo que mueve a ciertos personajillos a actuar de determinadas maneras. En demasiadas ocasiones, las actitudes se explican en función de la voluntad del “medreo” dentro de las instituciones, máxime cuando no se tiene garantizada cierta estabilidad laboral…
Miren, los que nos dedicamos a estas tareas de la política, -Ojo¡¡, siempre aceptando que la política es transitoria, que tiene principio y final, y desechando convertir la política en una profesión, porque para eso una tiene oficio y una licenciatura universitaria bien avenida y reputada- y especialmente los que hacemos política en la oposición, tenemos la obligación primordial de defender las injusticias, los desequilibrios y principalmente proteger las verdades de aquellos que las pretenden silenciar y manipular. Los que tienen responsabilidades de gobierno, como es el caso del PP en Alcoy y en la Generalitat Valenciana, tienen el deber de gestionar bien el dinero de todos, facilitarnos la vida y defender los intereses ciudadanos. Lo que no es tolerable es que la arrogancia y la soberbia de unos gobernantes condenen a los alcoyanos a vivir la pesadilla de una historia interminable, de fracasos, promesas incumplidas y de esperanzas frustradas.

REBECA SOLER

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